martes, 18 de mayo de 2010

La Alegría Del Primer Hijo. (cuento sarcástico e insorprendente de futurística visión) por BDB*

*Este cuento es autoria de un gran amigo que hoy día es monje trapense. Escribió esto en el año 2006. Me tomé la libertad de corregirle un poco el texto pero los cambios nada afectan al espíritu de la historia original. No apto para personas hiper sensibles. Están avisados.


Todavía hoy recuerdo con lágrimas en los ojos esa llamada de mi mujer donde me informó: “Estoy yendo al hospital”. Recogí mi saco, me levanté ante mis compañeros de trabajo y grité lleno de emoción que iba a ser papá. Viene a mi mente la llegada al hospital, todos me felicitaban, desde el taxista que me llevó, hasta el portero del sanatorio. Fue allí donde nació ella. 3 kilos y medio. Un angelito. Le raparon la cabeza, y le pusieron unos aros. Eramos ella, yo y mi mujer. Y nunca le faltaría nada porque Papá estaba ahí.
Recuerdo nuestro primer día en casa. Los pañales, las visitas, mi suegra mirándome con desconfianza cuando alzaba a la gorda, y el teléfono que no paraba de sonar. Era la primera nieta. Esas mantas rosas, esos osos, esos olores a bebe. En fin: la armonía de contemplar la paz de la beba durmiendo. Y yo, papá, estaba ahí.
Para mí fue ayer cuando la llevamos por primera vez al jardín, cómo se aferraba a mi pierna llorando que no la deje. Mi princesita se quedaba ahí, y yo me iba con el corazón partido. Creció jugando, hizo amiguitas y amiguitos. Jugaban a tomar el té y se contaban entre ellos historias de las más disparatadas. Era toda una damita. De vez en cuando se le escapaba alguna infidencia de nuestro matrimonio, pero sin mayor problema porque Papá estaba ahí.

Pasaron los años, terminó preescolar, comenzó el primario. Siempre esta chiquita que nació como novedad, hacía que mi vida se renovase cada día.
Ya en séptimo grado, resuena de golpe en mi memoria, un llamado telefónico de la directora citándome al colegio. La habían sorprendido en el baño practicándole sexo oral a un jovencito Que picarona, casi le cuesta la matrícula. ¡12 añitos nomás, qué cosa mi princesita! Por suerte para ella, Papá estaba allí.
Otra vez para primer año del secundario mi reinecita me hizo reír mucho. La muy juguetona con solo 13 añitos le puso canabis a los brownies y me intoxicó. La marihuana la compró en un aguantadero. A eso le sumo el reto que le di por que no confió en mí y en vez de pedirme plata me la robó de la billetera. Quería comprarse lo último en diversión que aparecía en las propagandas de televisión: cocaína y éxtasis. ¡Ay, mi pequeña sirenita!. Papá estuvo con ella en esos momentos conflictivos.

¿Te acordás el día que te llevé al médico, bomboncito? ¡Que nerviosa estabas, y ya tenías 14 años! No eras una niña, pero igual que aquel lejano primer día en el jardín de infantes te aferrabas a mí con temor. ¡Claro, era tu primer aborto! Y Papucho estaba allí.
También recuerdo tu fiestita de 15. Cómo olvidarla. Estabas toda de blanco. Fue maravilloso verte entrar por esas puertas, con tu escolta. Casi flotabas en el aire. Que camilla más hermosa. La verdad es que las sábanas de la sala del hospital para enfermos de sida hicieron de la fiesta algo único y acogedor. Los enfermeros, los partes médicos, las inyecciones de morfina, etc. ¡Mi pequeña sidosa! Y Papá estaba ahí.

Otra vez fuimos de compras. El ruido de la ciudad nos cansó. Queríamos un terreno en las afueras, para poder descasar. Tú, pequeñita, te lo merecías, por eso nos miramos con tu mamá y dijimos: “¡Vamos para adelante con la compra!”. Así fue. Elegimos lo que más te gustaría, y nos inclinamos por “Jardín de Paz”. Ese fue nuestro regalo para tus dulces 16. Ahí te aferraste, y ya nada ni nadie podrían sacarte de allí.
¡Y Papá allí estuvo!.

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